John Scatman
Una lección para la vida
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Una lección para la vida
8/03/23
Por Capitán Tolstói
La maestría de la vida y en el caso que voy a comentar hoy, la maestría en el arte, contienen una característica muy importante. La transformación.
Este círculo narrativo que en el cine contemporáneo es conocido como el viaje del héroe, compuesto del cambio a partir de la lucha por un objetivo ideal, está inspirado en esas historias reales, en las que los héroes son nuestros parientes y vecinos. Esas personas que por una u otra causa deciden transformarse a sí mismas.
Es el caso de Scatman John, un chico tartamudo de California, que, como otros en su condición, este infortunio le llevó a guarecerse en una disciplina artística. John Larkin condensó su pesar en en el estudio y la interpretación del piano.
Ya durante la década de los ochenta, Larkin era un jazzista profesional, rodeado por todas las otras vicisitudes del quehacer artístico, además de su natural tartamudez, vivía atormentado por el uso de drogas y el consumo de alcohol. A mismo tiempo, su universo interior, base de sus creaciones futuras, se enriquecía no solo con la tradición del jazz, pero también con expresiones de la filosofía y del arte. Muestra de ello es su vestuario de elegancia decó, coronado por un bombín, que en apariencia resulta un homenaje a la obra del artista onírico, René Magritte.
En este periplo, el pivote, la gota que derrama el vaso y estimula la transformación de John, se constituye con dos aspectos: la muerte de su amigo y también jazzista y adicto, Joe Farrell y el apoyo de su propia esposa, Judy McHugh. Juntos inician la extensa marcha que conduce del tartamudo y drogadicto John Larkin, al exitoso cantautor de euro dance Scatman John.
Pasar del estándar de jazz, a la festiva música electrónica, no es un paso sencillo, automático o casual. Su retablo de piezas dance fue construido en un lapso de varios años. Encontrar la conexión entre el estilo scat de la vieja guardia y el hip hop llevó al ya muy adulto John a conocer la gloria musical a sus 53 años, con un incendiario sencillo llamado Scatman (Ski-Ba-Bop-Ba-Dop-Bop). Si bien Larkin no es el primer o último tartamudo que consigue un hit musical, hay que reconocerle que supo además imbuir sus letras con reflexiones sobre la condición humana y sus posibilidades de crecimiento.
“Háblame del color de tu alma”, escribe John en su segundo gran hit “Scatman’s World” y ahoga una revelación del capitalismo cuando continúa
“ Todo el mundo nace para competir como él elige, Pero, ¿cómo puede alguien ganar si ganar significa que alguien pierde? Me siento y veo y me pregunto cómo es estar en contacto. No es de extrañar que todos mis hermanos y mis hermanas necesiten una muleta.
Quiero ser un ser humano, no un humano haciendo. No podría mantener ese ritmo, aunque lo intentara. La fuente de mi intención realmente no es la prevención del crimen. Mi intención es la prevención de la mentira”.
Cinco álbumes de estudio y presentaciones personales en todo el mundo, son las perlas de este niño tartamudo que creció detrás de un piano. Aún hay registros de su gran esfuerzo para ejecutar las melodías cantadas, en sus conciertos, rodeadas de sus veloces ráfagas de scat.
John Larkin no solo contribuyó al mundo con su propio viaje del héroe, también puede ser contemplado como el descubridor de su propia voz. Su particular sello es una lección para cualquier artista: Si tomas tus talentos, tus virtudes y tus defectos y consigues hablar desde ellos con toda honestidad, estarás siendo tú y no necesitas otra cosa para tener éxito. Al final del camino eso eres. Eres tú. Muéstrate.
Que la música triunfe.