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19/05/2025
Un reflejo necesario
Conocí a Karen Rod hace menos de un año, gracias a una idea tan electrizante como poco práctica que surgió en el sello donde trabajo: organizar un mercado musical en la Ciudad de México. Como parte de los requisitos indispensables para un evento de esta naturaleza, teníamos que convocar artistas para que, por supuesto, subieran al escenario y mostraran de qué estaban hechos. Karen nos atrapó desde el primer momento: una voz con un matiz insólito y, sobre todo, la promesa latente de un estilo propio.
Hoy me da gusto ver que aquella promesa comienza a cumplirse. Ese estilo —tan necesario para distinguirse en el vasto océano sonoro de nuestro tiempo— está fluyendo, encontrando su forma y consolidándose.
Karen aborda los grandes temas del pop desde una perspectiva particular, sensible y actual. Recientemente lanzó en plataformas digitales su nuevo sencillo, “Espejo Digital”, una pieza bordada con sonidos sintéticos sobre la base sólida y cristalina de una banda de rock sofisticada. Lo sorprendente es cómo logra, dentro de una balada moderna, densa y de tempo pausado, construir una línea melódica verdaderamente pegadiza. Ese gancho melódico no es menor: es lo que puede abrirle la puerta a una fórmula personal, a una audiencia propia.
Pero Karen no solo entrega una buena canción. Se mueve con un profesionalismo que se agradece en la escena independiente: me hizo llegar su comunicado de prensa, aunque preferí no leerlo para dejarme llevar por la primera impresión y saltar —sin flotador— directo a la alberca de su sonido. Lo que encontré fue un pequeño oasis musical, digno de ser resguardado del desierto abrasador de una industria saturada de beats prefabricados, velocidad metronómica y fórmulas comerciales.
La música de Karen Rod se disfruta como un buen trago: con pausa, con atención, bajo ese cielo inquieto de una ciudad que arde de día y que por la noche se esconde entre tormentas y ventiscas. En medio de este verano permanente que azota a la Ciudad de México, su música me recuerda que alguna vez supimos de noches tibias en primavera y días frescos en otoño.
El “espejo digital” que nos tiende Karen no solo refleja nuestro presente: lo expande. Nos obliga a mirarnos, a escucharnos con otros oídos.
“Las estrellas se confunden con el fuego”, nos canta justo antes de que irrumpa una guitarra eléctrica orgánica, poderosa, como el resto de su propuesta.
Que la música triunfe.